Nochebuena en Praga

martes, 29 de diciembre de 2009

Hace poco más de una semana recibí una llamada estando en la oficina. Era el padre Antonio, un hermano agustino destinado en Praga y encargado de oficiar la misa en español todos los domingos en la iglesia de Santo Tomás. Me llamaba para ultimar los detalles de la cena de nochebuena en el convento donde viven, a la que yo asistiría como invitado. El por qué iba a acabar celebrando la nochebuena en un convento, algo que jamás me hubiera imaginado, es relativamente fácil de explicar. Y es que cuando vine para Praga asumí que no volvería a España en una temporada. Pensaba que pasar las navidades fuera, aunque siempre es preferible pasarlas en familia, podría ser una experiencia interesante. El caso es que di por supuesto que habría más gente que se quedara por aquí en estas fechas, pero a dos semanas de las fiestas, cuando empecé a preguntar qué íbamos a hacer, me di cuenta de que todo el mundo se iba para casa, jeje. Así que buscando alternativas y gracias a un amigo que lleva aquí más tiempo, me puse en contacto con el padre Antonio y le pregunté si la comunidad hispana iba a preparar algo para esas fechas. Pues bien, después de unos días me llamó para decirme que no se iba a organizar nada, aunque imagino que se sintió en la obligación de ocuparse de mi pobre alma descarriada y por eso me invitó a cenar en nochebuena con ellos.


Así estaban las cosas a día 23, pero todo iba a cambiar. Poco antes de las cuatro de la tarde, hora en la que salgo de la oficina, volví a hablar con el padre Antonio. Me llamaba porque al final había hablado con un miembro de la comunidad hispana que le había dicho que no le importaba que fuera a cenar con su familia y con unos amigos que se iban a reunir para celebrar la nochebuena. Pensé que me iba a perder un buen rato con los hermanos, pero el otro plan tampoco me parecía mal.

Pues bien, llegó el día 24 de diciembre. Me puse mis mejores galas para parecer un buen chico y me dirigí a la iglesia. Llevaba conmigo un par de botellas de buen vino español que había encontrado en el super de al lado de mi casa y un lomo que mi tía me había enviado poco antes. Me costó encontrar la pequeña capilla donde nos íbamos a juntar las aproximadamente quince personas que asistimos a la misa en español, pero al final lo conseguí. Eran las 6:25 pm y ya estaba en un banco de la iglesia esperando a que empezara la misa cuando se me acercó un hombre que estaba repartiendo las hojas de las oraciones. Me dijo que me agradecería que hiciese la oración de los fieles y después de cruzar miradas y que se diese cuenta de que no sabía a qué se refería, me dijo que era la que iba después del credo. Que me haría una señal para que saliese al púlpito. Yo le contesté 'por supuesto, ehrmm después del credo entonces, no?'. Volvimos a cruzar miradas y él siguió repartiendo hojas mientras yo buscaba la dichosa oración en los papeles.

Por fin empezó la misa. Al final, he de decir que me gustó. El monólogo que se marcó el padre Antonio fue interesante y la oración de los fieles salió bien. Así que no podía pedir más. Ni siquiera me hizo falta la señal. Según acabó el credo yo ya estaba en el púlpito, jeje.

Al final de la misa nos dirigimos a ver el belén que habían montado a la puerta de la iglesia y de repente el hermano Antonio empezó a repartir regalos entre los niños. Hasta ahí bien, pero luego sacó otros más pequeños para los mayores. Así que a mí también me repartió. Me tocó una pequeña figura para el belén, que en mi caso iba a ser el belén entero… Pero claro, en navidad también hay que dar regalos además de recibirlos, y yo no podía ser menos, así que antes de que me fuera entregada la figura del belén, yo ya había sacado una botella de vino para dársela al padre. Él muy contento me lo agradeció y me invitó a acompañarle hacia un grupo de gente a pocos metros. Ahí estaba Ramón, el cónsul de la Republica Dominicana. De que era el cónsul me enteré un poco después. Hasta ese momento era sólo Ramón, el que me iba a acoger en su casa para nochebuena. Nos saludamos y me invitó a ir yendo hacia el coche.


Bueno, igual hasta ahora esta historia os parece un poco surrealista, pero me voy a anticipar para deciros que lo mejor está por llegar!! :)

Salimos de la iglesia y Ramón me dice que antes vamos a pasar a por su cuñado, que no es mucho de ir a la iglesia y que se ha quedado esperando en un bar cerca. Son las 7;45 pm. Llegamos al bar y ahí está Óscar, un suizo de unos cincuenta años, melena rubia y con una cogorza de las buenas. Está sentado con una pareja de holandeses a los que parece que ha estado dando la brasa ya un buen rato. Tiene una copa de vino medio llena y les está contando algo en alemán. Por fin nos ve y lo primero que dice en español con un acentazo suizo-alemán es: 'Cónsulllll, restaurante barato. Cincuenta euros dos botellas vino. Muy baratooooo'. Ahí es donde me di cuenta que la noche acababa de dar un giro inesperado y de que mis expectativas eran mucho mayores. Tardamos diez minutos en conseguir despegarle de la copa. Mientras tanto el dueño del restaurante, amigo de la familia y marido de una de las chicas que iban también a la cena, nos dio alguna botella más de vino para que nos lleváramos.

Estamos ya al lado del coche. Es un todoterreno negro gigante. Ramón me abre la puerta de atrás y luego se dirige a la puerta del copiloto. Sí, la del copiloto, porque Óscar, el cuñao borracho, ya está sentado al volante. Ramón parece estar tranquilo, así que yo me abrocho el cinturón y me dispongo a ver como se suceden los acontecimientos. Óscar parece que va a arrancar, pero antes de nada dice: 'Lo primero la música'. Parece que va a poner un cd, pero no, lo que sale del salpicadero es una pantalla plana. Se enciende y empieza a reproducirse una película. No sé cual es, pero hay música de fondo y Óscar sube el volumen al máximo. Ante esto Ramón sigue sin inmutarse. Por fin arrancamos y comenzamos el trayecto. Fueron poco más de diez minutos en los que apenas temí por mi vida en un par de ocasiones. Menos mal que era nochebuena y no había nadie por la calle.

Así, llegamos al consulado, que es también residencia de Ramón y su familia, sobre las 8 pm. Entramos y pasamos a una salita. Allí estuvimos charlando y tomando un vino hasta las 9 o así, cuando ya subimos para el salón a cenar. Éramos unos doce adultos de distintos países y unos ocho niños. Por supuesto el cónsul y su familia eran dominicanos, pero también había una pareja de colombianos, algunos costarricenses, una chica peruana, el cuñado suizo y yo. La comida como os podéis imaginar era la típica de cada país. Después de ser presentado en sociedad, de agradecerles que me invitaran a su casa y de que Ramón nos felicitara las navidades a todos, empezamos a cenar. Tengo que decir que todo estaba genial y que acabé llenísimo, jeje.

Después de la cena fuimos a otro salón. Allí había postres, turrón, bombones y… BRUGAL!!! Para aquellas alturas ya había cogido confianza con la familia, así que no tardé demasiado en ir a ponerme una copilla. Después vinieron otras creo recordar. Durante toda la noche sonaba de fondo salsa y bachata, así que me recordó a cuando estuve por punta cana de viaje de fin de curso. Todo buenos recuerdos y buen ambiente. Así nos dieron las 10, las 11, las 12 y la… no la una no me dio a mí porque sobre las 12:30 decidí que ya era hora de emigrar. Pedí un taxi, me despedí de todos y les volví a agradecer la invitación. Así acabó la mitad de la noche. Después había quedado para salir, pero eso ya es otra historia...

2 comentarios:

JLC dijo...

Pero Edu tio, como eres tan cabrón de dejarte lo mejor de la noche sin contar...no será que volviste a la iglesia a escuchar la misa del gallo!!!!! jeje

Mapucheca dijo...

hey..q lindo..asi vale la pena pasar las fiestas en praga..yo soy argentina y con mi prometido nos vinimos a vivir jsto para ano nuevo, y no salimos a ningun lado pork todos sus amigos estaban en el extranjero..pero bue...pregunta, la misa fue en espanol??? pork la verdad es q seria lindo poder ir a una...
saludos, tamara